El aracnólogo, Ramón Gómez de la Serna

15173937301_68f0724af5_oEl entomólogo dedicado a las arañas vivía en un despacho lleno de telas de araña.

La luz de su cuarto de trabajo parecía estar tamizada por demasiados visillos.

El aracnólogo tenía unas pinzas en la mano con que pillaba las arañas que caían en sus telas sutiles.

Había establecido su laboratorio en aquel rincón de un barrio extraño poblado de cocheras, fábricas paradas, casas de lata, hoteles como sin habitantes y jardines muertos.

Había conseguido cazar así la araña filosófica, la araña humorística, la araña de la muerte, la araña de la fiebre delirante, la araña crisantémica…

Pero un día cayó en la telaraña la araña mujer, que en vez de retorcerse bailó una danza seduciente, la danza sin miedo de la mujer desnuda, y el pobre dejó de disecar arañas y se casó con ella

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