Fin de fiesta, Gabriela Villano

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Marc Riboud

La fiesta había terminado. Él la acompañó en la vereda, hasta que apareció un taxi.

La despidió con un beso casto, sin atreverse a más, como de costumbre. Ella le dio un abrazo tierno y ortodoxo, se tragó una pregunta, la habitual, y subió al auto.

Al cerrar la puerta, el alma de él tomó impulso y saltó hacia el asiento de atrás. El alma de ella hizo un esfuerzo y se lanzó a la vereda.

El taxi se alejó. Él se fue desalmado, pero acompañado.

No hay nada que hacerle; las almas siempre tienen más coraje que sus dueños.


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