La lectora de novelas, Sarainés Kasdan

Antoine Wiertz

La lectora se entretiene leyendo novelas eróticas, textos que le permiten escaparse de la rutina de un matrimonio convencional y aséptico. Conversa con ellas de sudores y cuerpos, porque ambas saben que en el principio fue el sexo. Desnuda se siente libre, desnuda conoce las carnes vivas y palpitantes de los protagonistas que visita, desnuda, si el furor alcanza, se permite complacerse a sí misma.

No está sola. En su refugio un espejo duplica los cuepos, refuerza las fantasías, siembra deseos. Varias novelas esperan su turno, desparramadas en la cama, envidiosas, sudorosas de justificar su existencia, cuando puedan abrir sus brazos a otros cuerpos, a otros mundos.

La lectora no es ingenua. Se sabe observada: no es amada, sí deseada. Es mucho mejor. Participa en un juego (aún) inocente. El vecino (o vecina, no lo sabemos) es quien le provee los libros a cambio de la venia de su goce voyeurista.

Y tal vez hoy, solo por hoy, el anhelo de ambos se convierta en realidad

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