El Centerfielder, Sergio Ramírez

Richard Karas

El foco pasó sobre las caras de los presos una y otra vez, hasta que se detuvo en un camastro donde dormía de espaldas un hombre con el torso desnudo, reluciente de sudor.

Ese es, abrí —dijo el guardia asomándose por entre los barrotes.

Se oyó el ruido de la cerradura herrumbrada resistiéndose a la llave que el carcelero usaba amarrada a la punta de un cable eléctrico, con el que rodeaba su cintura para sostener los pantalones. Después dieron con la culata del garand sobre las tablas del camastro, y el hombre se incorporó, una mano sobre los ojos porque le hería la luz del foco.

Arriba, te están esperando.

A tientas comenzó a buscar la camisa; se sentía tiritar de frío aunque toda la noche había hecho un calor insoportable, y los reos estaban durmiendo en calzoncillos, o desnudos. La única hendija en la pared estaba muy alta y el aire se quedaba circulando en el techo. Encontró la camisa y en los pies desnudos se metió los zapatos sin cordones.

Ligerito —dijo el guardia.

Ya voy, que no ve.

Y no me bostiqués palabra, ya sabés.

Ya sé qué.

Bueno, vos sabrás.

El guardia lo dejó pasar de primero.

Caminá —le dijo, y le tocó las costillas con el cañón del rifle. El frío del metal le dio repelos.

Salieron al patio y al fondo, junto a la tapia, las hojas de los almendros brillaban con la luz de la luna. A las doce de la noche estarían degollando las reses en el rastro al otro lado del muro, y el aire traía el olor a sangre y estiércol.

Qué patio más hermoso, para jugar béisbol. Aquí deben armarse partidos entre los presos, o los presos con los guardia francos. La barda será la tapia, unos trescientos cincuenta pies desde el home hasta el centerfield. Un batazo a esas profundidades habría que fildearlo corriendo hacia los almendros, y después de recoger la bola junto al muro el cuadro se vería lejano y la gritería pidiendo el tiro se oiría como apagada, y vería el corredor doblando por segunda cuando de un salto me cogería de una rama y con una flexión me montaría sobre ella y de pie llegaría hasta la otra al mismo nivel del muro erizado de culos de botellas y poniendo con cuidado las manos primero, pasaría el cuerpo asentando los pies y aunque me hiriera al descolgarme al otro lado caería en el montarascal donde botan la basura, huesos y cachos, latas, pedazos de silletas, trapos, periódicos, animales muertos y después correría espiándome en los cardos, caería sobre una corriente de agua de talayo pero me levantaría, sonando atrás duras y secas, como sordas, las estampidas de los garands.

Páreseme allí. ¿A dónde creés vos que vas?

Ideay, a mear.

Te estás meando de miedo, cabrón.

Era casi igual la plaza, con los guarumos junto al atrio de la iglesia y yo con mi manopla patrullando el centerfield, el único de los fielders que tenía una manopla de lona era yo y los demás tenían que coger a mano pelada, y a las seis de la tarde seguía fildeando aunque casi no se veía pero no se me iba ningún batazo, y sólo por su rumor presentía la bola que venía como una paloma a caer en mi mano.

Aquí está, capitán —dijo el guardia asomando la cabeza por la puerta entreabierta. Desde dentro venía el zumbido del aparato de aire acondicionado.

Métalo y váyase.

Oyó que la puerta era asegurada detrás de él y se sintió como enjaulado en la habitación desnuda, las paredes encaladas, sólo un retrato en un marco dorado y un calendario de grandes números rojos y azules, una silueta en el centro y al fondo la mesa del capitán. El aparato estaba recién metido en la pared porque aún se veía el repello fresco.

¿A qué horas lo agarraron? —dijo el capitán sin levantar la cabeza.

Se quedó en silencio, confundido, y quiso con toda el alma que la pregunta fuera para otro, alguien escondido debajo de la mesa.

Hablo con usted, o es sordo: ¿A qué horas lo capturaron?

Despuecito de las seis, creo —dijo, tan suave que pensó que el otro no lo había escuchado.

¿Por qué cree que despuecito de las seis? ¿No me puede dar una hora fija?

No tengo reloj, señor, pero ya había cenado y yo como a las seis.

Vení cená, me gritaba mi mamá desde la acera. Falta un inning, mamá, le contestaba, ya voy. Pero hijo, no vez que ya está oscuro, qué vas a seguir jugando. Si ya voy, sólo falta una tanda, y en la iglesia comenzaban los violines y el armonio a tocar el rosario, cuando venía la bola a mi manos para sacar el último out y habíamos ganado otra vez el juego.

¿A qué te dedicás?

Soy zapatero.

¿Trabajás en taller?

No, hago remiendos en mi casa.

Pero vos fuiste beisbolero, ¿verdad?

Sí fui.

Te decían “Matraca” Parrales, ¿verdad?

Sí, así me decían, era por mi modo de tirar a home, retorciendo el brazo.

¿Y estuviste en la selección que fue a Cuba?

Sí, hace veinte años, fui de centerfielder.

Pero te botaron.

A la vuelta.

Eras medio famoso con ese tu tiro a home que tenías. Iba a sonreírse pero el otro lo quedó mirando con ira. La mejor jugada fue una vez que cogí un fly en las gradas del atrio, de espaldas al cuadro metí la manopla y caí de bruces en las gradas con la bola atrapada y me sangró la lengua pero ganamos la partida y me llevaron en peso a mi casa y mi mamá echando las tortillas, dejó la masa y se fue a curarme llena de orgullo y de lástima, vas a quedarte burro pero atleta, hijo.

¿Y por qué te botaron del equipo?

Porque se me cayó un fly y perdimos.

¿En Cuba?

Jugando contra la selección de Aruba; era una palomita que se me zafó de las manos y entraron dos carreras, perdimos.

Fueron varios los que botaron.

La verdad, tomábamos mucho, y en el juego, no se puede.

Ah.

Permiso” quería decir, para sentarme, porque sentía que las canillas se le aflojaban, pero se quedó quieto en el mismo lugar, como si le hubieran untado pega en las suelas de los zapatos.

El capitán comenzó a escribir y duró siglos. Después levantó la cabeza y sobre la frente le vio la roja señal del kepis.

¿Por qué te trajeron?

Sólo levantó los hombros y lo miró desconcertado.

Ajá, ¿por qué?

No —respondió.

No, qué.

No, no sé.

Ah, no sabés.

No.

Aquí tengo tu historia —y le mostró un fólder—, puedo leerte algunos pasajes para que sepás de tu vida —dijo poniéndose de pie.

Desde el fondo del campo el golpe de la bola contra el guante del catcher se escucha muy lejanamente, casi sin sentirse. Pero cuando alguien conecta, el golpe seco del bate estalla en el oído y todos los sentidos se aguzan para esperar la bola. Y si el batazo es de aire y viene a mis manos, voy esperándola con amor, con paciencia, bailando debajo de ella hasta que llega a mí y poniendo las manos a la altura de mi pecho la aguardo como para hacerle un nido.

El viernes 28 de julio a las cinco de la tarde, un Jeep Willys capota de lona, color verde se paró frente a tu casa y de él bajaron los hombres; uno moreno, pantalón kaki, de anteojos oscuros; el otro chele, pantalón bluyín, sombrero de pita; el de anteojos llevaba un valijín de la Panamerican y el otro un salbeque de guardia. Entraron a tu casa y salieron hasta las diez de la noche, ya sin el valijín ni el salbeque.

El de anteojos —dijo, e iba a seguir pero sintió necesidad de tragar una cantidad infinita de saliva— sucede que era mi hijo, el de anteojos.

Eso ya lo sé.

Hubo otro silencio y sintió que los pies se le humedecían dentro de los zapatos, como si acabara de cruzar una corriente.

En el valijín que te dejaron había parque para ametralladora de sitio y el salbeque estaba lleno de fulminantes. Ahora, ¿cuánto tiempo hacía que no veías a tu hijo?

Meses —susurró.

Levántame la voz, que no oigo nada.

Meses, no sé cuánto, pero meses. Desapareció un día de su trabajo en la mecatera y no lo volvimos a ver.

¿Ni te afligiste por él?

Claro, un hijo es un hijo. Preguntamos, indagamos, pero nada.

Se ajustó la dentadura postiza, porque sintió que se le estaba zafando.

¿Pero vos sabías que andaba enmontañado?

Nos llegaban los rumores.

Y cuando se apareció en el Jeep, ¿qué pensaste?

Que volvía. Pero sólo saludó y se fue, cosa de horas. —Y que le guardaran las cosas.

Sí, que iba a mandar por ellas.

Ah.

Del fólder sacó más papeles escritos a máquina en una letra morada. Revisó y al fin tomó uno que puso sobre la mesa.

Aquí dice que durante tres meses estuviste pasando parque, armas cortas, fulminantes, panfletos, y que en tu casa dormían los enemigos del gobierno.

No dijo nada. Sólo sacó un pañuelo para sonarse las narices. Debajo de la lámpara se veía flaco y consumido, como reducido a su esqueleto.

Y no te dabas cuenta de nada, ¿verdad.

Ya ve, los hijos —dijo.

Los hijos de puta, como vos.

Bajó la cabeza a sus zapatos sucios, la lengüeta suelta, las suelas llenas de lodo.

¿Cuánto hace?

¿Qué?

¿Que no ves a tu hijo?

Lo miró al rostro y sacó de nuevo su pañuelo.

Usted sabe que ya lo mataron. ¿Por qué me pregunta? El último inning del juego con Aruba, 0 a 0, dos outs y la bola blanca venía como flotando a mis manos, fui a su encuentro, la esperé, extendí los brazos e íbamos a encontrarnos para siempre cuando pegó en el dorso de mi mano, quise asirla en la caída pero rebotó y de lejos vi al hombre barriéndose en home y todo estaba perdido, mamá, necesitaba agua tibia en mis heridas porque siempre vos lo supiste, siempre tuve coraje para fildear aunque dejara la vida.

Uno quiere ser bueno a veces, pero no se puede —dijo el capitán rodeando la mesa. Metió el fólder en la gaveta y se volvió para apagar el aparato de aire acondicionado. El repentino silencio inundó el cuarto. De un clavo descolgó una toalla y se la arrolló al pescuezo.

Sargento —llamó.

El sargento se cuadró en la puerta y cuando sacaron al preso volvió ante el capitán.

¿Qué pongo en el parte? —preguntó.

Era beisbolista, así que inventate cualquier babosada: que estaba jugando con los otros presos, que estaba el centerfielder, que le llegó un batazo contra el muro, que aprovechó para subirse al almendro, que se saltó la tapia, que corriendo en el solar del rastro lo tiramos.

20 comentarios en “El Centerfielder, Sergio Ramírez

  1. Si yo fuera el capitán yo perdonaría al preso porque el preso no sabia nada de lo que se metió su hijo. Porque los hijos a veces son buenos y malos o rebeldes que no les importa lo que diga la jente o sus padres. El preso no sabia nada de lo que hacia su hijo porque casi no estaba en su casa porque siempre jugaba béisbol pero no era su culpa porque ese era su pasión y no lo dejaba para nada y cuando alguien tiene una pasión por algo es muy difícil de dejarlo porque si lo practicaban cuando eran niños entonces cuando no estaban afuera estaban adentro practicando o al revés cuando no estaban adentro están afuera practicando. El preso no tiene nada de la culpa porque lo que hacia el hijo era entre él y de nadie mas y no era asunto de nadie y no era necesario de meterse en nada de sus asuntos.Solamente si el preso sabia o alguien que le contaban y si tenían evidencia de lo que contaban entonces si fuera justo de meterse en sus asuntos para hablar con él.

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  2. Si yo fuera el capitan, si lo perdonaria porque todos hacen errores y no son perfectos. Merecen otra chance.

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  3. Si yo fuera el capitan, lo voy a perdonar porque que hizo mal en su vida despues que lo botearon del beisbol. Porque no vas a perdonar a alguien que era un centerfielder.

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  4. Si yo fuera el capitán yo lo perdonaría. Pienso que fue un poco injusto en como lo mataron que nomas hicieron una escusa para matarlo. También todo lo mal que lo culpan de haber hecho. Fue el hijo con la culpa porque él fue el que trajo todo ese mal a su padre. Pero también el fue cómplice al dejar que el hijo hiciera todo eso en su casa, pero no merece la muerte.

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  5. Si el fura capitán no creo que lo hubieran perdonando porque era un problema para ellos y cundo se trato de ir y no pudo bueno los guardias no hubieran podido inventar una mentira de lo que estaban haciendo ni podrían haber dicho que si él estaba jugando como ceterfild y que porque tuvo la oportunidad se fue.

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  6. Si yo fuera el el capitan yo no perdonaria al beisbolista porque dejo que su hijo muriera. tampoco estoy deacuerdo que el capitan matara al beisolista porque es mejor que el sufriera. pero los dos no tienen el corazon para ver lo qu hacen con otros.

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  7. Si fueran el capitan, lo perdonan? Por que?

    Si yo fuera el capitan si lo perdonaria porque todos en la vida cometen erores. Todos meresen una segunda oportunidad inclusive hay unos que hasta nesesitan una tersera oportunidad. Es porese que yo si lo perdonaria.

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  8. si yo fuera el capitan yo si perdonaria porque domas cometio un error y todos comente errores y nadie es perfecto

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  9. no lo ubiese perdonado porque no se lo meresia y todo el tiempo los hacia perder. no le entendi pozo por eso escribi lo que sea.

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  10. Si you fuera el capitan, si lo perdonaria porque los erores simepre se hacen y lo que puede hacer uno es solo aprender se sus erores y no volver ha hacerlos.

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  11. si yo fuera el capitan no lo perdono porque esta representando el gobierno y el señor estaba vendiendo armas y protegiendo a su hijo y hasiendo cosas que no tenia que hacer por eso lo metieron en la carcel.

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  12. Si yo fuera el capitan yo no lo perdonaria porque es casi como si me hubieran traicionando porque dejaron mi equipo y eso no esta bien.

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  13. Yo lo perdonaria por tratarce de su ijo porque un padre haria cual quier cosa por su ijo.El si extranaba a su ijo y lo quiria mucho.Como el dijo… «Claro, un hijo es un hijo.»

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  14. Si yo fuera el capitan, si lo perdonara. Yo lo perdonara porque cualquier persona quiere a un hijo y haria lo que sea por el.

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  15. Si yo fuera el capitan, si perdonaria al prisionero porque no es bueno ser rencoroso ni mucho menos vengativo. Siempre hay que saber perdonar porque cuando una persona no perdona se queda con el rencor y se hace dano a si mismo. No estoy diciendo que debio darle libertad pero si debio perdonarlo. Que mas castigo le podian dar al prisionero si su hijo ya habia muerto. Yo pienso que eso es un castigo suficiente porque no creo que haiga algo mas doloroso que la muerte de un ser querido. Aunque tampoco es bueno que el prisionero haiga mentido.

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  16. Si yo fuera el capitan yo creo que si lo perdonaria, poque para mi no iimporta si ganas o no el juego lo que importa es que trates lo mas que puedas quedes el todo de ti. Para mi eso es lo mas importante no el si cometiste un error que costo que el equipo ganara todo el mundo comete erros, nadi es perfecto

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  17. si yo fuera el capitan no lo perdonaria por que dejo morir a su propio hijo, que tipo de persona hace eso, hay cosas que no se perdonan,hablaba de su hijo muerto como si no le doliera como si estubiera hablando de cualquier persona,yo no lo perdonaba pero tampoco lo matara lo dejara vivir para que sufriera lentamente pensando y en la carcel pudriendose.

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  18. Si yo fuera el capitan yo si lo perdonaria por que ha perdido mucho en la vida. Sigue su vida con angustia de que perdio el juego mas grande de su vida y ademas de eso habia perdido la vida de su pobre hijo. Yo creo que todos pueden cambiar solamente tienen que buscar la forma.

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